domingo, 24 de octubre de 2010

Nadie dijo que fuera fácil... pero...¡Somos Campeones del Mundo!


  Cuatro magníficas y maravillosas palabras que desde siempre hemos pensado, añorando y ansiado, pero que jamás fuimos capaces de pronunciar. A día de hoy podemos decir con orgullo que ¡SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO! que durante los próximos cuatro años, el centro del fútbol será España, selección que se ha ganado el respeto y la admiración del mundo y que ya puede lucir con orgullo esa estrella dorada, sólo reservada a los más privilegiados, sobre nuestro escudo.

   Y nadie dijo que fuera fácil, y no lo fue. Pero una vez más este grupo irrepetible de jugadores venció a los incrédulos y alimentó la fe de los creyentes. Y es que este Mundial caprichoso comenzó con una derrota  ante Suiza para los pupilos de Del Bosque, tan inesperada como inmerecida que hizo sembrar las dudas sobre el nuevo sistema, sobre la titularidad conjunta de Busquets y de Xabi Alonso y en definitiva sobre las posibilidades reales de hacer frente a las potencias del fútbol mundial. El tropiezo obligaba a ganarlo todo para estar en octavos, y a no dar rienda suelta a los experimentos.

  Pero la selección volvió a demostrar que la vitola de favorita, esta vez no iba de farol. La finalización era una asignatura pendiente tras la primera derrota, y Villa se encargó de resolverlo en el partido frente a  Honduras que daba la tranquilidad necesaria para afrontar la primera final de Sudáfrica, el choque frente a Chile. El juego no fue todo lo brillante a lo que nos tenían acostumbrados, pero lo importante eran los 3 puntos y el pase a la siguiente fase. Villa aprovechó una mala salida del portero chileno Bravo y ponía el 1-0 en el marcador que minutos después, Iniesta se encargaría de incrementar con un excelente disparo ajustado al palo derecho. Los chilenos recortarían distancias en la segunda parte, pero no fue suficiente para superar a los españoles.

Los fantasmas parecían alejados y esperaba la Portugal de CR7 en octavos. La selección llevó la iniciativa del choque en todo momento sobre todo por banda izquierda, ante unos vecinos encerrados atrás. Apareció la paciencia y el toque que habíamos dejado atrás en la fase de grupos, y de nuevo Villa sentenció el encuentro. Estábamos en cuartos, con un sereno Del Bosque que sabía dotar al equipo de lo que necesitaba en cada momento. Llorente fue un acierto para aguantar la bola y oxigenar el ataque español en la última fase del encuentro.   

    Paraguay nos separaba de hacer historia  y estar entre las cuatro mejores selecciones de un Mundial en el que las grandes habían hecho las maletas antes de tiempo. A pesar de todo, entre la prensa y la afición sonaba un cierto run rún amarillista de dudas sobre ciertos jugadores algo desaparecidos en el torneo. Y sí, fue él, quien apareció cuando tenía que aparecer y hablar donde tenía que hablar.  San Iker detuvo un penalti que hubiera puesto cuesta arriba la eliminatoria, que de nuevo Villa con cierta incertidumbre, sentenciaba. De nuevo un resultado corto que nos llevaba a la semifinales.

   Alemania nos separaba de jugar la primera final de un Mundial. Las dos mejores selecciones del Mundial, por juego, brillo y espectáculo disputaron una final anticipada, con el fantasma de la última Eurocopa por la mente de los alemanes. España ofreció su mejor versión, con un recital de fútbol que no se materializaba en goles. Pero de nuevo acertó el seleccionador con sus cambios, y sorprendió con  un magnífico Pedro que entraba por el cuestionado Torres. Y aunque se hizo esperar, Tiburón Puyol voló por encima de las torres alemanas para cabecear un balón que valía una final, una final del Campeonato del Mundo...

    Sólo Holanda nos separaba de la corona, pero a esta generación de futbolistas, acostumbrados a la presión, a jugar finales y a ganarlas, no se les podía escapar ese sabor dorado, ese sueño al que aspiran todos, y del que muy pocos pueden presumir. Y como en el resto de partidos, tocaba sufrir, y ponerse la armadura, ante unos holandeses que plantearon una batalla en el sentido más literal de la palabra, y que sorprendentemente De Jong, uno de los jugadores más sucios de la historia, siguiera sobre el terreno de juego tras una entrada brutal a Xabi Alonso en el pecho.  Pero Casillas volvió a aparecer para frenar dos galopadas de un gran Robben, Xavi a ser la brújula sobre la que gira la selección, Busquets un salvavidas y Ramos el corazón de la roja que firmaba un excelente mundial. Pero no fue suficiente para dejar de sufrir, y tuvimos que esperar a la prórroga, hasta que la historia cambió en el minuto 116 que quedará grabado en la retina de 3 generaciones distintas, de aquellos que han nacido viendo los éxitos de la roja, y de aquellos que podrán morirse tranquilos.

   Fábregas, otro de los cuestionados, asistía al gran Andrés Iniesta para que éste batiera a Stekelenburg en una ejecución perfecta tras dejar botar el balón. Fue en ese momento cuando me lo creí, cuando rompí a llorar cuando Iker en la soledad de su área, se sabía campeón del mundo.

Fue entonces, cuando todo un país unido, salió a la calle luciendo bandera y orgullo. Fue entonces, cuando nos coronamos como campeones del mundo de fútbol, de humildad, de valor, de sencillez, de solidaridad, de trabajo, en definitiva, fue el triunfo del equipo, del grupo unido.
Fue entonces, el triunfo de los valores.