lunes, 14 de junio de 2010

...Y DIOS BAJÓ DEL CIELO


Se mascaba la tragedia en el deporte rey, y no es para menos con sólo imaginar un Mundial sin las grandes Selecciones y sin sus estrellas, porque sería un crimen para el fútbol y para la rentabilidad del espectáculo en Sudáfrica.
Pero en esa tesitura se encontraba la albiceleste de un Dios, Maradona y de su discípulo Messi, que llevaban ya un tiempo codeándose con los terrestres, quizás antes desde aquel bochornoso 6-1 frente a Bolivia, que provocó que ambos estuvieran en el epicentro de la crítica unánime de la prensa argentina, en un país donde el fútbol es una religión, y donde la fe iba perdiéndose a pasos agigantados.
Y ese raudal de críticas no era injustificado, si tenemos en cuenta que la albiceleste estuvo entre el cielo y el infierno, hasta el último choque de la fase clasificatoria, con 6 derrotas y 4 empates en las estadísticas.
Y los discípulos de ese Dios, que aquella tarde noche bajó del cielo para volar como “Pelusa” y deslizarse sobre el legendario césped del estadio de Montevideo, apelaron a la casta y a los sentimientos para lograr el pase al Mundial, pero ni por esas. Hasta que a falta de siete minutos, Bolatti que había sustituido a Higuaín, selló el triunfo ante la Selección Uruguaya, la victoria de las victorias y la clasificación de todas las clasificaciones.

Sonó el pitido del árbitro que por un lado marcaba el final del partido, pero por otro hacía presagiar el principio del show, la guinda de la celebración, como sustitución del verdadero espectáculo que debería haberse producido en el terreno de juego, durante uno de los partidos más horrorosos que nuestras mentes puedan recordar.
Y allí estaba él, ese Dios caído del cielo, para saltar, gritar, enloquecer y fundirse entre lágrimas, en un abrazo con el secretario técnico Bilardo para acallar esas voces que hablaban de una mala relación, y en ese momento se produjo el éxtasis maradoniano, al grito desafiante de: “que la chupen, y la sigan chupando”, en una respuesta contundente ante los periodistas que acercaban sus micros para recoger las primeras palabras tras haber conseguido la clasificación. Como un animal herido que renace de sus cenizas, y se sabe victorioso, o como esa sombra deambulante de aquel “10” que fue y que dio paso al personaje que nunca supo manejar en su cabeza el talento que derrochaban sus botas.

Sus insultos, reproches y gestos barriobajeros nos hicieron olvidar por momentos quien era aquel personaje, o al menos cuestionarnos si podría ser esa misma persona, que lo fue todo dentro del campo. Pero tras la euforia y el éxtasis propios de un corazón descontrolado, el seleccionador argentino se reafirmó en sus palabras en una rueda de prensa en la misma tesitura, porque no es fácil saber perder, y mucho menos saber ganar, y este Maradona no ha sabido encajar ninguna de las dos partes ineludibles del juego. Pero quizás me parece aún más preocupante esa piña de jugadores, que en su celebración se acordaban, continuando al ritmo maradoniano, de la madre de aquellos periodistas que se habían limitado a mostrar la verdadera situación de la albiceleste.
Y es que no sabemos bien si Argentina colocó un entrenador como seleccionador o un icono del pasado tan idolatrado, amado y venerado por unos, como odiado y vilipendiado por otros con el paso del tiempo. Porque es indiscutible que forma parte de ese Olimpo de los dioses del fútbol en los terrenos de juego, pero nunca ha conseguido que esa faceta fuera extensible a su vida.

Ahora, tras una imagen lamentable de juego y extra deportiva, ese cúmulo de malos resultados, la falta de liderazgo, la mala gestión de un grupo con más de 80 jugadores convocados, la indisciplina y toda esa escalada de críticas que no ha sabido encajar, debe decidir si continúa al frente de la bicampeona del mundo hasta Sudáfrica.

Quizás por el bien del fútbol y del espectáculo propio, y por respeto a una Selección con tanta historia a sus espaldas, la albiceleste debería buscar un nuevo capitán, un líder verdadero, que no se convierta en la vergüenza de todo un país al que representa...y quizás también por el propio bien de Maradona, porque sigamos haciendo ese terrible esfuerzo por recordarlo por quien fue, por ese inolvidable jugador...antes de que ese Dios..siga cayendo más abajo.


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